jueves, 3 de septiembre de 2009

Peña Nieto descafeinado

En medio de la crisis de la influenza AH1N1, cuando la alerta atemorizó al DF y salieron tanto el presidente Calderón como el jefe de Gobierno Ebrard a enfrentar la epidemia, estas Historias de reportero señalaron que “el estado de México es el segundo lugar en muertes y casos, pero su gobernador ni se ve ni se siente” (7 de mayo).

Muy respetuosamente, la oficina de Comunicación Social de Enrique Peña Nieto nos hizo saber que el mandatario había concedido una docena de entrevistas sobre el virus, más lo que declaró en discursos y ruedas de prensa.

Así que esta ocasión le hicimos al revés: ante la percepción de que el gobernador está desaparecido del tema de la crisis del agua, solicitamos a la misma oficina que nos diera todo lo que hubiera dicho Peña Nieto sobre ello. Y nos lo hizo llegar: en las últimas cinco semanas, cuatro entrevistas de banqueta.

“No será mucha el agua que se esté acumulando”, “seguramente vamos a tener que hacer un plan de acción”, “tengo una reunión con el secretario de Semarnat para ver hacia dónde nos movemos”, dijo el 29 de julio.

El 6 de agosto le preguntaron los colegas: ¿qué medidas extremas va a pedir? Su respuesta: “Bueno, estamos trabajando de forma conjunta con la Conagua, con la autoridad federal, para establecer mecanismos de optimización del agua que puedan significar eventuales cortes en el suministro”. Le insistieron el 13 de agosto: ¿pero no ha llegado el momento de cambiar los criterios? Y no avanzó: “yo creo que ahí yo tengo que ser claro: yo creo que las metas y los objetivos y los propósitos están claramente definidos”. Y por esa ruta se siguió.

Otra vez, ante un asunto de la mayor gravedad (en seis meses se le puede acabar el agua a la mitad de sus gobernados), Enrique Peña Nieto muestra su lado descafeinado: sin contundencia en el diagnóstico, sin sentido de emergencia, sin exhibir preocupación por las dimensiones, sin plantear riesgos ni consecuencias. No es que tenga que ser alarmista, es que tiene que ser real.

Su actitud de tomar distancia ante el toro bravo, de capotearlo —cuando mejor— de lejos, esconderse en el burladero mientras los subalternos hacen la faena, de mantener bajo perfil cuando hay un asunto de seguridad nacional, puede constituir una buena estrategia mediática y de imagen pública (a pesar de no haber figurado mayor cosa durante la influenza sus niveles de aprobación ciudadana permanecieron intocados), pero no construye un perfil de estadista.

Cuando las encuestas daban amplio margen de victoria a Andrés Manuel López Obrador se hablaba del “efecto teflón” porque nada le pegaba a su popularidad: ni los videoescándalos, el desafuero, el caso Tláhuac o la falta de transparencia en su gobierno. “No le han quitado una pluma a nuestro gallo”, se ufanaba. Pero el teflón terminó por ceder, y ese amplio margen se fue desmoronando. Si Peña Nieto le apuesta al teflón ya sabe en qué termina la historia.

SACIAMORBOS ¿Alguno de los secretarios del gabinete llegará hoy a Palacio Nacional en su Porche Cayenne? ¿Le revisarán el historial al vehículo?

Carlos Loret de Mola, 02/Sept/09. El Universal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario